“Mi pueblo perece por falta de conocimiento” es una de las frases bíblicas más reconocidas. Una verdad de amplia aplicación. Y es el caso actual del Ecuador.
Sufrimos por desconocer los efectos reales de una medida económica de alto impacto como la eliminación de los subsidios a los combustibles. Las experiencias pasadas superan la realidad del presente. No entender la coyuntura actual nos condena a este sufrimiento nacional.
El Gobierno se equivocó en su estrategia, y en la ejecución desinformada y a medias de las medidas. Permitió que se posicionen el temor y las noticias falsas. No ha emitido hasta ahora las medidas disuasivas que alivien el bolsillo ciudadano y productivo. No ha enviado las reformas legales. Hace falta información veraz y convincente, datos claros que calmen los ánimos y bajen las tensiones. Aquí mi grano de arena.
Miedo 1: Precios imparables. La hiperinflación es el principal fantasma del pasado. Precios inestables y por los cielos, especulación, escasez y poco acceso a productos de primera necesidad. Aumento de la canasta básica. Todo esto pasaba con el sucre, la moneda ecuatoriana sin ningún valor ni estabilidad, la que no queremos de vuelta. Pero ahora estamos dolarizados. El dólar es fuerte y brinda estabilidad, controla la inflación. Además, la gente está comprando menos. Subir precios afectaría demasiado las ventas de los negocios, por eso deberán asumir gran parte de los nuevos costos. Es decir, habrá impactos en precios, pero no irracionales ni descontrolados. Más bien mínimos.
Miedo 2: Desastre económico. Una grave crisis económica es otro de los temores. La pérdida de empleo y la pobreza no nos gusta a nadie. Claro, porque recordamos que prácticamente toda la actividad productiva estaba subsidiada en el pasado. Subir el diésel era impactar la producción y el empleo. Pero ahora solo camarón y pesca tienen subsidio. En octubre de 2015, Rafael Correa eliminó el subsidio al diésel a todo el sector productivo, el precio se duplicó. Camarón y pesca tuvieron un ajuste en septiembre 2018. Es decir, es un costo que ya está asumido por la industria. No tiene que haber ningún impacto por esta vía.
Miedo 3: Transportación encarece todo. Sí, es verdad. Pero el aumento no puede ser desmedido. Hay que determinar cuánto es lo correcto. Según estimaciones propias a través de la Matriz Insumo Producto, el incremento del 122% en el costo del diésel incidiría en promedio 38% en los costos del sector del transporte. De 7 a 10 centavos en el caso del pasaje. Este es el mayor golpe. Sin embargo, hay que considerar que al igual que en cualquier otra actividad, el costo debe ser asumido tanto por el que compra como por el que vende. El pasaje no debería subir demasiado.
Por otro lado, el impacto del transporte sobre las empresas dependerá de la estructura de costos de cada sector. Por ejemplo, en el comercio, el más afectado por el costo de transporte, el impacto directo sería de alrededor del 13%. En el sector agrícola, bordearía el 6%. En los demás sectores el golpe sería menor. Sin embargo, por diferentes motivos económicos y de mercado, el costo adicional tiene que ser asumido tanto por el comerciante como por el consumidor. Esa es la dinámica de los mercados.
Ninguna de estas cifras las conoce el transportista, ni el agricultor, ni el ciudadano. Se quedaron con el miedo del pasado. Y es este desconocimiento que nos está pasando la factura más grande. Más de $800 millones de ventas se han visto afectadas en la última semana producto de las paralizaciones. De hecho, en los mercados los precios se disparan por el bloqueo de las vías que impide el abastecimiento de productos. Somos nuestro propio enemigo. Sufrimos por falta de conocimiento.
Dejemos el pánico. Entendamos las medidas, dialoguemos y pensemos en soluciones. Las paralizaciones y el vandalismo solo traerán más pérdidas. Y a los señores del Gobierno, informen oportunamente, apresúrense con las medidas y restablezcan el orden.
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