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Foto del escritorFrancisco Briones R.

Cuál es la salida para la actual crisis del coronavirus

Es importante empezar a entender el fenómeno económico que ha causado el coronavirus. A menudo un mal entendimiento de la economía deriva en malas decisiones de política económica. En especial en nuestro país, donde históricamente se ha diagnosticado mal la economía.


Para empezar, dejemos claro que las crisis económicas pueden ocasionarse por impactos tanto en la oferta como en la demanda. Una crisis de oferta es cuando la capacidad productiva de un país se ve afectada, simplemente no puedes producir más, aunque quieras. La de demanda es cuando la afectación viene por el lado de los consumidores, no puedes consumir más, aunque quieras. En ambos casos por impactos estructurales en precios o cantidades de bienes o servicios –de cualquier tipo.


¿Qué sucede actualmente? Gran parte del mundo decidió detener sus actividades normales de producción. En otras palabras, se suspendió temporalmente la mayoría de actividad económicas. Un efecto por el lado de la oferta. Es claro que el efecto inmediato de esto es que se deja de producir y, por ende, evidenciaremos contracciones en la producción en relación al año anterior. Las ventas, las horas trabajadas y las utilidades serán menores. El PIB será menor, la variación del PIB (o crecimiento económico) será negativo en la mayor parte del mundo.


En un escenario tradicional eso se llamaría recesión porque la oferta se impacta por falta de capacidad y no por un apagón forzado. No pasamos por una falta de capacidad productiva. Literalmente, si mañana se termina el lockdown, mañana mismo se reactivan todas las actividades productivas. Los aviones empiezan a volar y los transportes a fluir. Las factorías encienden sus máquinas y la gente vuelve a sus actividades a jornada completa, o doble incluso.


Por tanto, aunque normativamente el decrecimiento de la economía se llama “recesión” no estamos frente a ello en el completo sentido de la palabra. Habrá impacto en el empleo, sí, pero con más probabilidad de recuperación que en una recesión. Bajarán las ventas, sí, pero aún con la posibilidad de vender. Nos pasará una costosa factura, sí, pero con gran potencial para asumirla y pagarla.


El sector privado y los hogares debemos entender que pagaremos un costo. Pero empecemos a pensar cómo lo asumiremos porque aún contamos con la máxima capacidad para hacerlo.


El Gobierno, las autoridades y los legisladores deberían ya estar pensando en la forma que facilitarán las cosas. Si en verdad quieren ayudar hay un mínimo de reformas indispensables que han bloqueado. Porque lo que hay que evitar es que el impacto afecte gravemente la demanda.


El Ejecutivo ya evidenció y aceptó que INEN, ARCSA, aranceles, entre otros, son verdaderas trabas que obstaculizan el acceso hasta de implementos médicos vitales. Los eliminó TEMPORALMENTE para facilitar las cosas. Ser consecuente implicaría continuar con más liberaciones definitivas para reactivar el comercio.


Los legisladores probaron el teletrabajo, una modalidad flexible de trabajo. Les gustó, aunque con propuestas poco sensatas. Promover, defender y aprobar modalidades flexibles de contratación ayudaría a recuperar el empleo mucho más rápido.


Los empresarios, por su lado, deben reivindicar el orgullo de ser lo que son. Hacer esfuerzos y sacrificios propios para sobreponerse a la adversidad. Rogar ayuda estatal está lejos de eso.


De este apagón salimos todos, pero no insistiendo en los errores del pasado. Sino renovando el entendimiento y rompiendo paradigmas y prejuicios. Subamos el ánimo.


Publicado originalmente en Primicias.

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