Hoy se cumplen 30 días de hibernación laboral. En un mes el Ecuador no ha trabajado con normalidad. Entre el 60% y 80% de los negocios no están funcionando. No se vende. No se gana. Peor aún, en 30 días no se tiene aún una propuesta en firme del Gobierno para enfrentar estos tiempos.
La crisis que atravesamos revela las mismas debilidades que ha tenido el régimen desde sus inicios para enfrentar y solucionar los temas económicos. La falta de ideas, de creatividad y de celeridad nos pasan la factura ahora más que nunca. Y sí, las limitaciones para enfrentar la crisis son en gran medida el resultado de los 10 años de despilfarra del correísmo, pero también de la incapacidad del gobierno actual para dar soluciones.
En lo económico se perdieron dos años con timoneles cuya brújula marcaba el norte hacia el sur, igualito al gobierno anterior. Es decir, seguimos retrocediendo. Luego se intentó un cambio, pero resultó tibio. La falta de convicción en lo que fue el discurso de las actuales cabezas de Finanzas y Producción, cuando lideraban gremios privados, nos está costando caro también.
Eliminar el ISD, no se ha eliminado. Bajar aranceles, no se han bajado. Facilitar el comercio, el INEN sigue vivito y coleando. Mejorar los esquemas laborales con adaptabilidad, continúan rígidos. Reducir la carga impositiva, se siguen subiendo impuestos. Reducir el tamaño del Estado, siguen los $9,000 millones en salarios. Y así cientos de temas más. La razón no es que desde el Gobierno se conocen realidades sociales que antes no veían, sino falta de convicción en las ideas de libre mercado, Estado pequeño pero robusto e individuos empoderados.
Por eso, la base de las ideas del Gobierno para enfrentar la crisis, en esencia, no ha cambiado. El problema hoy sigue siendo el mismo de ayer. Y así como ayer, hoy la respuesta es más impuestos. Tributos disfrazados de solidaridad.
El problema de fondo es que no se ha contado la película completa. Cobrar impuestos a los trabajadores con ingresos a partir de $500 es intolerable en las actuales circunstancias. No por los $18 que les tocará pagar en 9 meses sino porque, primero, muchos de ellos perderán el empleo y, segundo, quienes no lo pierdan sufrirán recortes en sus salarios. El impuesto no será del 0.4% sino quizá 10%, 15% o 20%. El enfoque real es contribución, y si es así, no debería ser para quienes ganen menos de $5,000 mensuales ($60,000 anuales), por citar un ejemplo.
Luego está el tema empresarial. Aumentar el impuesto a la renta para quienes ganaron más de un millón contribuirá en la práctica a empeorar la situación del empleo. $517 millones sirven hoy en día para financiar el salario de un año de 78.535 trabajadores con todos los beneficios de ley. Es decir, para el sustento de unos 314,142 ecuatorianos. ¿Acaso no sería esto más eficiente que trasladar el dinero a un fondo común que luego repartirá bonos según algún criterio no revelado aún? Sería más pertinente, normar que ese dinero sea destinado a mantener y aumentar el empleo en dichas empresas. Todo esto sin considerar todas las demás actividades productivas que sostiene el consumo de los hogares.
Es obligación del Gobierno ejercer todo el liderazgo que no ha tenido en 3 años para conseguir buena parte de los $1,212 millones que espera recaudar con los nuevos impuestos. Hay fondos en el mundo disponibles para esta emergencia. Ese es su trabajo y deben hacerlo.
La solidaridad ya está activada. Y no ha necesitado intervención ni guía estatal para desplegarse. Entre todas las iniciativas privadas activas hay por lo menos $100 millones en ejecución. El Gobierno necesita el liderazgo, convicción, creatividad y prontitud que le ha faltado en 3 años.
Publicado originalmente en Primicias.
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